Y te cuento un cuento...

Cuando era muy chiquita y mis padres si iban de viaje, mi abuela nos cuidaba a mi hermana y a mí. La mejor parte del día era la noche, cuando luego de cenar, llegaba la hora del cuento en la cama.

Arropadas en la cama matrimonial, ahi dormíamos cuando mis padres viajaban, esperábamos el cuento de la abuela. Ella se sentaba en el borde de la cama, nos mostraba sus manos como haciendo una cuevita y nos preguntaba si estábamos listas para abrir esa cajita…Decíamos sí y ella muy despacio iba abriendo sus manos como un libro dejando salir el cuento allí guardado…

Yo me quedaba en silencio mirando sus manos grandes y arrugadas, y ahí le depositaba todas mis preocupaciones, mis tristezas, mi extrañitis, todo lo que no podía resolver. Ella lo tomaba y se lo llevaba con el cuento…

Era muy sabia mi abuela.

Así aprendí a dejar en sus manos lo que me preocupaba y no había podido resolver en ese día, sintiendo mi cuerpo liviano para descansar y volver a empezar al día siguiente.

No siempre tuve sus manos que recibieran mis preocupaciones;  pasaron muchas noches de insomnio mientras crecía. Y cuando ella se fue a otro plano, descubrí que podía tener sus manos cada noche de cada día…

Entonces me acomodo en mi cama, cierro los ojos, y la veo abriendo sus manos para que deposite ahí los nudos que no puedo desatar, los dolores que aún se sienten, los pensamientos enredados, los miedos que no puedo controlar… Y ella amorosamente le hace espacio a cada nudo, a cada ovillo, a cada miedo, a cada dolor…Y yo me duermo como a mis seis años escuchando sus cuentos que flotan en el aire…

Asi que voy a regalarte mis manos, el hueco que hago con ellas y este cuento para que deposites por esta noche tus pensamientos en ellas y simplemente me permitas que te cuente un cuento…

Y cuando yo no este, habrás aprendido, a buscar otras manos que sostengan tus pensamientos durante la noche y te permitan disfrutar de tus sueños…